dijous, 13 de desembre del 2018

Un explorador está hecho de esperanza



Un explorador está hecho de esperanza. Así es como pensaba desde muy antiguo. Prefería los espacios con ventanas, no una muy grande, sino muchas de pequeñas como para ir transitando de paisaje en paisaje conforme cambiaba de cristal. Así, de algún modo, si aparecía la monotonía echaría el ojo al otro lado de la vida y, aunque fuera por segundos, imaginaria explorar otros mundos. La realidad es que pocas veces se asomaba en alguna de ellas.
La distracción estaba asegurada con todos aquellos diablillos sentados, no siempre, claro, sentados en pupitres de a dos. Procuraba ir cambiando la distribución de mesas y sillas. Pensar por un momento que cada cosa tiene un lugar para siempre, no entraba en su cabeza. Otra cosa eran los estantes y armarios que ocupaban las paredes sin ventanas. Esto no se movería en todo el año, quizás en media vida. El orden en esos cajones y estantes era excelente, como excelente el orden de la mesa de madera ya demasiado usada donde extendía los trabajos y tareas según el horario del día. Aunque de las cosas más importantes y asaz conveniente era practicar un ejercicio de levitación e imaginarse como discurrirían los gremlins por los espacios que quedaban entre tantos trastos. Así pues, cerrando los ojos meditando, con respiraciones lentas y profundas, se ha hacía un mapa de maniobras para asegurar la circulación sin demasiados accidentes. Especialmente tenia en cuenta donde disponía la papelera. ¡No hay suficientes árboles para tanto derroche!
Si cada uno de los gremlins llevara incorporado un chip y uno pudiera grabar sus recorridos a lo largo de una hora, pongamos un día o una semana, parecería el radar de aviones del mundo y hasta incluso podríamos discernir que la capital es la distinguida papelera, bueno, ahora ya en estos tiempos, la papelera de reciclaje. Era tanto en movimiento que discurría en tan poco espacio y tanto sutil ruido disimulado, que en cuanto se paraba el runruneo algunos abrían los ojos y giraban a izquierda y derecha el cuello intentando descubrir si algo importante ocurría.
El encerado ocupaba la cuarta pared. Convivía con la imponente y moderna pizarra digital. Uno y otra manifestando lo viejo y lo nuevo. Lo analógico y lo digital. Mil hojas a cuatrocientas palabras serian necesarias para explicar en profundidad las ventajas y desventajas de uno y otra. Que alguien se manifestara a favor de una y no de otro detonaba el grado de envejecimiento o experiencia en el aula.
Al fondo, entre anaqueles, la puerta que aísla de otros mundos con puerta.

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