dilluns, 1 de novembre del 2010

latidos,1542

Latidos, 1542
Para que explicar el pasado, si ya no existe. Empiezo ahora, el pasado más presente o el futuro más inmediato. Problemas para relatar un futuro que no ha pasado y a la vez relatar un pasado que ocurrirá.
Es un día especial, más que eso, superespecial, inmensamente. Jep me lleva de la mano por algún rincón de Barcelona. Ciertamente cuando estoy con él no importan las coordenadas. Me siento protegida, emparada. Ya estamos con Freud.
Está pactado. Por primera vez, no desde que nos conocemos sino desde que nos ha pillado esa atracción fatal, Jep me conduce a un antro que conoce desde sus tiempos mozos. Eso dice. No creo en dios. Sin embargo lo que diga Jep…Sí. Lo que sea. Océano vacios, pájaros comiendo macarrones, lunas negras, el sol a pilas.
Avistamos el hotelucho. No pudo llamarle de otro modo. Aunque parezca una liberal, nada es poco, es más por la boca que por los hechos. Holetucho. Y detrás de eso una cierta vergüenza. Quizás sea justo por esa vergüenza que en subirnos al ascensor mi otro yo, el que se va desvelando a casa paso, ataca al hombre, así, sin preámbulos, o más bien, sólo con el preámbulo de la imaginación, de la fantasía, de la ignorancia que te hace atrevida.
Solamente la estatura de Jep ya me infunde sumisión. Metro ochenta y cinco al lado de mi metro cincuenta y ocho. Y todavía más impresión dentro de esa cavidad de metro por metro. Siempre sufriendo el cogote, bueno las cervicales. Pero con ilusión y complacencia. Así, mirando hacia el cielo, boquiabierta. Siempre a punto para reclamar ese beso. Profundo.
Pues a lo que iba. Allí, boca abierta, cabeza inclinada hacia atrás, mirada en su mirada, provocando morreos, penetraciones linguales, le voy dando al panel de botoncitos para hacer infinito el aperitivo. Martini negro. Cuidado con la aceituna. Calentado motores.
Brom, brom, brom,,, debe ser un vecino, digo. Se nos escapa la risa. Me he pasado. Aprieta el número 15 del panel de mando. Eso dice la tarjeta. Sabía que subíamos a las nubes.
Llegamos a recepción. Sin risa, sólo con sonrisa. Muy amables. La costumbre supongo de atender a cientos de parejas que escurridizas con algunos gramos o kilos de vergüenza, sana, claro, llegan a Latidos. Tarjeta de crédito. Acompáñenme. Señores, cuando quieran llamen a recepción, estamos a su disposición.
Te entra esa risa tonta, ese rictus, esa mueca.
Nos deja delante de la habitación 42. Aquí tienen la llave. Por seguridad, cierren por dentro. Intercambios de gracias. Miraditas, las mías.
Entrando en el paraíso. En el Edén. Ni espacio, ni tiempo. Ahora y aquí. Ni bien ni mal. Ni pasado. Ni nada. Sólo él y yo.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada