dimarts, 23 de novembre del 2010

...para mi el reto es el silencio...

Es verdad que para mi el reto es el silencio. Los espacios que hay entre verso y verso. El espacio que hay entre pregunta y pregunta. Sobretodo el espacio entre pregunta y respuesta. Y no dudo, y lo digo de una forma serena, que son los silencios los que perpetúan tu presencia.
Y también, de una forma altamente probable, que son los silencios los que marcan el ritmo. Este ritmo cubierto de deseo. Será que el deseo está en las pausas, en el silencio, en las comas y los puntos, entre preguntas y respuestas, en el diálogo, en la ausencia.
Es entonces cuando te das lúcida cuenta que el deseo puede ser angustia o serenidad. Angustia por el afán, por la prisa, por la palabra, por el hablar por hablar, sin dar tiempo al tiempo, que es darle tiempo al deseo a desear. Serenidad cuando no hay miedo al transcurrir de los segundos y minutos, cuando la puntuación nos hace más comprensibles las ideas, los discursos, las fantasías. Aunque hay momentos en que el deseo no te ofrece tregua. En los sentimientos, en la esperanza del propio deseo no hay pausas, silencios. Son, acaso, silencios en el silencio y no puedes dilucidarlos, ni desenredarlos de la madeja de los silencios.
La vida es como un poema, un discurso, un sueño. Transcurre entre verso y verso, entre palabra y palabra, entre sueño y sueño. Hay que procurarle pausas, silencios. Marcaran el ritmo. Quizás un ritmo primitivo, ancestral o primario. Ritmos de tam-tam entrando profundamente en la mente causando uniones con el universo.
Y es que para que exista el deseo se necesita el ritmo del silencio. Será por todo esto que me gustan las canciones y los versos.
Y tu, y yo, y todos somos un poema, un discurso, un sueño.
Y como el respirar, que es un ritmo de aspiraciones y expiraciones, la vida es un ritmo de deseos y frustraciones. Y cada una es imprescindible para el vivir.
Me atrevo aún a decir que, en el acto más sublime que por ahora he vivido que es el amarte con intensidad, marcamos un ritmo. Y estoy contenta de los silencios. Y en el hacer plausible el acto de la presencia surge el deseo que han provocado las pausas. Y también entrelazados los cuerpos y las almas surgen las comas, los puntos, para darnos aliento.
Creamos un ritmo, una melodía, un poema, un sueño.
La avidez de nuestros cuerpos se detiene en una pausa para acoger la mirada que nuestros ojos nos lanzan, para recibir los besos que nuestra boca nos dispara, para darnos cuenta que para gozar de la fusión hay que tener conciencia de separación.
Y mientras ahora escribo estoy retando mi reto. Prodigo que en el silencio encontraré la razón, la que he perdido en la palabra.
No quiero fantasear, hablar, soñar o planear un futuro que no existe y perderme la vida. Me voy a regalar pausas y silencios para deleitarme de la oportunidad de vivir como vivo.
Cuánto estoy aprendiendo! Y no lo digo con la altivez de un trepador, sino con la gratitud de un analfabeto.
Y me gustaría alcanzar, aunque sólo fuera una onza, un poco de sabiduría. Poder lanzarla y repartirla y, sobre todo, dártela.

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